viernes, 1 de febrero de 2013

Es más barato comprar velas…


El caso Madrid Arena trae a la cabeza un rosario de escenas dantescas y tristes, pero también mucha indignación. Los accidentes, como su propia definición expresa1, son difíciles de predecir. Sin embargo, eso no quita que podamos buscar causas que expliquen su ocurrencia y que, por tanto, podamos corregir de cara a evitar que se repitan. Entre estas causas, el terrible episodio del Madrid Arena apuntaba a un exceso de aforo: eran más personas de las que el edificio estaba en condiciones de soportar y, fundamentalmente, eran más de las que podían gestionarse en condiciones no óptimas. Si somos muchos, podemos apretarnos, pero ¿qué pasa si tenemos que evacuar el lugar porque ocurre un accidente? Posiblemente, se repetirían los mismos hechos: habría problemas.

Ahora, en lugar de hablar de un lugar donde voluntariamente nos metemos a tomar unas copas y escuchar música (lo que no reduce las responsabilidades en temas de seguridad), imaginemos una escuela, en la que no hay opciones de ir o no, sobre todo porque si no vamos, perdemos clases.

Esta escuela, tiene unas instalaciones relativamente buenas que, además de aulas, incluyen salas donde los chicos y chicas pueden tener clases en mejores condiciones: una sala de informática, una sala de música, una sala para psicomotricidad y educación física cuando el tiempo no permite estar en el exterior, una sala para pedagogía terapéutica y una biblioteca. Entre todas las dependencias del colegio se van moviendo 300 alumnos y alumnas de primaria, con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años. Pero resulta que un día, ocurre un “accidente” en otro colegio cercano, que obliga a cerrar las instalaciones (por cierto, dudosamente puede calificarse este hecho de accidente ya que se cae un techo cuya precariedad llevaba denunciada más de un año).

La solución, obvia parece, sería instalar unos edificios provisionales, con las características necesarias para su alumnado (son 140 entre niños y niñas de infantil), y así no tener que interrumpir las clases. Pero resulta también, que esto cuesta dinero, y como estamos en época de recortes y parece que todo vale, entonces se decide unilateralmente por parte de las autoridades competentes trasladar a todos estos niños y niñas (por si alguien no lo leyó bien, 140) al otro colegio, total, como ahí hay salas que no son “obligatorias”, es cuestión de apretarse un poco y listo.

No estamos discutiendo si se debe o no ser solidarios/as, no se discute si se puede estar o no unos meses tocando la flauta en la clase o sin sacar libros de la biblioteca porque se han tenido que embalar en cajas y guardar en un trastero, eso no se discute aunque tampoco gusta, lo que nos preguntamos es: ¿y si este colegio fuera privado, no estarían infringiendo la ley al aumentar en un 50% el aforo? Claro, se me olvidó decir que es un colegio público (CEIP La Paz, de Sanlúcar la Mayor, Sevilla), y entonces la administración que decide tamaño disparate (la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía) no se va a multar a sí misma.

Evidentemente, habrán hecho números y les saldrá más barato comprar velas y encomendarse a la Virgen del Rocío que tomar las medidas necesarias para evitar que puedan ocurrir esos tan inesperados e impredecibles accidentes.

Total, como aquí lo de Dimitir siguen creyendo que es un nombre ruso, a la larga no pasará nada aunque pase.

1accidente: cualquier suceso que es provocado por una acción violenta y repentina ocasionada por un agente externo involuntario, que puede o no dar lugar a una lesión corporal. La amplitud de los términos de esta definición obliga a tener presente que los diferentes tipos de accidentes se hallan condicionados por múltiples fenómenos de carácter imprevisible e incontrolable

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